viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Quiénes son los terroristas?


En estos días críticos he tenido que dejar de entrar en Facebook y las redes sociales. Necesitaba desesperadamente  preservar la energía que quedaba en mi para sobrevivir y temía dejarme arrastrar por el “monstruo” hasta el punto irreversible de la locura y la maldad.
He visto como muchos se aprovechan del drama para vaciar su propia cólera y de paso apostillar que tenían razón, haciendo demagogia política unos, y apología de la justicia, otros. He visto como algunos hablan de paz sólo de boquilla, y que lanzan bombas en forma de críticas, intolerancia y mezquindad. Os aseguro que si estuvierais aquí veríais las cosas de otro modo, ¿qué importa quién tiene la razón?, desde aquí poco o nada.
He leído cosas de gente que redime la participación de cierto grupo religioso en estos eventos pero, ¿cómo podéis tolerar la intolerancia? Y puedo hablar, pero no quiero, de lo que veo en la vida cotidiana aquí, antes y después de los atentados. Se diría que cierta corriente de pensamiento quiere hacernos sentir culpables y debilitarnos, como si fuera una especie de síndrome de Estocolmo que nos impulsa a justificar a los verdugos de la libertad.
¿Por qué queréis perder vuestra libertad? y, ¿cómo se le puede imponer la fe a alguien? Algo que es absolutamente personal; la tienes o no la tienes ¿cómo se la vas a imponer a otros?
Solamente desde la libertad podemos actuar, aunque sea únicamente ofreciendo comprensión. Desde luego que vaciando la Kalashnikoff cargada de rabia no se consigue nada, ni haciendo explotar los cartuchos del odio.
¿Quieres paz? Búscala primero ahí dentro en donde debe estar, dentro del corazón. Pues ¿no sería paradójico hacer la guerra para conseguir la paz?

Además ¿qué queda cuando has descargado todo tu odio sino una gran vaciedad dentro de ti? Y sin embargo, en la próxima ocasión lo volverás a recargar.
¿No suena esto como una adicción y un comportamiento imitado?
Pero no le des lugar y convierte la próxima confrontación en una prueba para mejorar. No te fuerces. Piénsalo fríamente ¿qué te trae? ¿de dónde viene? ¿por qué lo tienes? ¿a dónde va?.
Simplemente míralo pasar y suplántalo por la semilla de la reconciliación que aunque sea muy pequeña, con el tiempo en árbol crecerá.